Jugando con el destino by Sarah Rusell

Jugando con el destino by Sarah Rusell

autor:Sarah Rusell
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2018-11-24T23:00:00+00:00


Nos quedamos un rato más las dos dormidas, al despertarnos ya era mediodía. Nos levantamos, nos tomamos un café rápido para despejarnos, un ibuprofeno para la resaca y después de una ducha, decidimos pasar el día fuera, mejor que nos diera el aire que quedarnos ahí metidas todo el día dándole vueltas a la cabeza.

Un rato después, estábamos sentadas a la mesa en un centro comercial. Habíamos pedido las bebidas y unos montaditos, teníamos un hambre… Al menos yo, en ese momento podía comerme una vaca cruda si es que me la ponían delante.

—Hola.

Me atraganté con el refresco cuando oí el saludo de Daniel. No puede ser…, pensé.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó Silvia, alucinada, tanto como yo.

—Os seguimos. Por cierto, no hace falta conducir tan rápido por el centro de Madrid —le riñó David a ella que era quien llevaba el coche.

—Conduciré como me dé la gana —dijo de mala manera y yo pestañeé varias veces cuando se sentaron a nuestro lado. David al lado de Silvia, Daniel al mío.

—¿Qué hacéis aquí? —pregunté yo esa vez.

—Os seguimos —repitió Daniel en esa ocasión—. Y menos mal que os dio por salir porque ya estábamos pensando que a lo mejor pasabais el día en casa y que tendríamos que volver a intentar que nos abrierais la puerta.

—¿No os quedó claro esta mañana que nos dejarais en paz? —pregunté. Nos trajeron los montaditos y ellos aprovecharon para pedir lo suyo.

—Sí, pero como no entendéis las cosas, pues… —dijo David.

—¿Y qué se supone que es lo que no entendemos? —preguntó Silvia, enfadada.

—Que queremos estar con vosotras —respondió él.

—¿Teniendo novia? —dije yo, tocando de nuevo el tema estrella.

—Las relaciones y sí, hablo por los dos —intervino Daniel—, llevan mucho tiempo muertas. Apenas las vemos y ambos vivimos lo mismo. Lo de Nueva York iba a ser un alivio.

—Di más bien que la excusa perfecta para seguir siendo cobardes porque no sois capaces de darla por finalizada sin una excusa —dije con rabia.

—No es así, Elena… Si me dejaras explicarte.

—Daniel, de verdad. Es que no tienes que explicarme nada.

—Sí, hay cosas que explicar —dijo David mirando a Silvia—. Solo os pedimos que nos escuchéis. Toda la verdad.

—No —dijimos ella y yo a la vez.

—Vale, pues seremos vuestra sombra, como os dijimos ayer, hasta entonces —David se encogió de hombros.

—¿Y ellas? ¿Cómo vais a maquillar vuestra ausencia? —pregunté pensando en que si iban a estar como decían, tan pegados…

—Están acostumbradas desde hace mucho —dijo Daniel.

—Qué cinismo… —suspiré. Porque, aunque en el fondo me sintiera halagada por ser el “objeto de su deseo”, cosa mala pero el ego era así y no se podía evitar, seguían sin hacer las cosas bien.

Empecé a hablar con Silvia pero no nos dejaban. Ellos intervenían en todo y al final casi ni comí, Daniel me tenía de los nervios.

—Ha sido un placer volver a veros —dije con ironía y me levanté de la mesa para marcharme, Silvia hizo lo mismo.

—Esperad, ya terminamos…

—No, Daniel. No tenemos nada que esperar, que os vaya bien.

—¿Pero dónde vais? —preguntó David, dándose prisa, repentinamente, en comer.



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